Hola, ¿ya llegó a su casa?... ¡No! ¿Todavía en el trabajo?... Bueno… pero por mas duro que sea o haya sido el día… es hora de sentarse en el sillón que mas le gusta… y descansar un poco…
Es hora escuchar buena música… y también de pensar un poco…
Pensar ayuda a relajarse… ¡y recordar también!…¡Déle!... sáquese los zapatos y cierre los ojos… Nosotros los ayudaremos con poesías, cuentos, aguafuerte, comentarios

martes, 15 de septiembre de 2009

La solera roja

Marcelo Corrales

Se levantó a la mañana impuesta a cambiar su vida, a ser nuevamente la mujer que siempre quiso ser A volver a la sonrisa de los veinte, que a sus cuarenta ya se había agriado
La noche anterior había despedido a su hija de doce años, que iría a pasar el fin de semana a la casa de su padre.
Se vistió rápidamente y fue a comprar una solera roja, escotada y corta. También compró un par de zapatos con su respectiva cartera rojos. Y para cubrir sus hombros compró una chaqueta.
En la peluquería cambió su entrecano y lacio cabello castaño, por un peinado enrulado y rojizo. También se hizo las manos y las uñas de los pies.
Volvió a su casa y confeccionó una lista, escribió casi cien nombres.
Tomó el teléfono en sus manos.
El primer nombre era Richard Gere, pero no tenía el teléfono, ni sabía donde vivía.
Así fue bajando hasta que en el puesto catorce estaba su jefe, pero era casado y seguramente ese día estaría ocupado.
En el puesto veinte estaba su vecino, su amigo, el mismo que le aguantaba su tristeza y sus depresiones en largos trasnoches café y charla. Viudo y vaya a saber por que sin hijos.
Temblaba al marcar el número; ¿qué diría ante semejante propuesta?. El nunca le había hecho ninguna sugerencia, ni un mínimo comentario. Era un hombre apagado y angustiado por una vida pasada..
Pero marcó, estaba decidida.
- Hola Graciela. ¿Cómo andás? . dijo él
- ¡Qué tenés que hacer esta noche? – le lanzó ella sin respirar.
- Tengo dos entradas para ver la Sinfónica provincial en el Círculo. Si querés después podemos ir a cenar.
- Bueno – contestó ella sin demasiadas ganas. - quizá luego podamos ir a bailar a alguna lugar.
- Bueno ¿por qué no? – contestó el titubeando - aunque hace mucho tiempo que no bailo y nunca fui bueno, pero dale hacemos así.
Ella se preparó todo el día y esperó el timbre. Carlos, su vecino, era un hombre puntual, por lo que a las ocho y cuarto estuvo en la puerta, vestido de traje oscuro. Ella esta esplendida, brillante, resplandeciente.. Carlos la miro sorprendido y juntos fueron al subsuelo del edificio a buscar el auto.
El ingreso por el pasillo central del teatro fue apoteótica, todas las miradas se depositaron en ella, en su escote, en sus piernas.
Las ubicaciones eran del medio para adelante así que ambos disfrutaron del concierto entrecruzando miradas cómplices, Cada tanto los ojos de Carlos se perdían en las piernas entrecruzadas de Graciela y también en su escote.
Al salir se encontraron con un compañero del banco de Graciela que no podía creer tal transformación.
Ella quería comer pastas así que fueron a un buen Restaurante donde disfrutaron de buen vino y un buen plato de ravioles. Ella sonreía y fue el centro de todas las miradas cuando se levantó y fue al baño.
Carlos cumplió con el pedido y fueron a bailar. Graciela lo miraba con deseo, el se derretía en la pista viéndola danzar. Bebieron Champagne que el ordenó y cuando fueron las cuatro partieron tomados de la mano.
Estacionaron el auto y subieron al piso que compartían, pero entraron en el departamento de Carlos. Solo se escucharon sonrisas. Ella había logrado comenzar de nuevo, ser joven, ser feliz. Estaba en ella lograrlo y estaba mas cerca de lo que creía.

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