Hola, ¿ya llegó a su casa?... ¡No! ¿Todavía en el trabajo?... Bueno… pero por mas duro que sea o haya sido el día… es hora de sentarse en el sillón que mas le gusta… y descansar un poco…
Es hora escuchar buena música… y también de pensar un poco…
Pensar ayuda a relajarse… ¡y recordar también!…¡Déle!... sáquese los zapatos y cierre los ojos… Nosotros los ayudaremos con poesías, cuentos, aguafuerte, comentarios

jueves, 6 de noviembre de 2008

Negrito pero inteligente - Ada Cavalli

“La Argentina es un país en donde todos tienen la posibilidad de vivir sin discriminación. Acá a los negros se los trata igual que a todos. Lo importante es ser blanco por dentro; la belleza interior es la que distingue, los buenos modales, ser aunque pobre, limpito.”
Este discurso que acompañó mi infancia familiar y escolar, siempre fue unido a “se casó con una negrita”, “es morochita pero inteligente”, “y… es criolla viste”, “es tan bonita!: blanca como la leche, rubiecita”, “qué suerte que salió blanquita”, etc, etc.
Analicemos: la blancura como sinónimo de pureza y los adversativos indefectiblemente deben aparecer para suavizar la tonalidad de la piel o, en su defecto para demostrar la pertenencia a una familia bien. Esto es, que haya triunfado en la sociedad rosarina mediante hábiles negocios de algún ancestro. Eso sí, gracias al esfuerzo que por ser negrito/a siempre es un poco mayor. Destacarse, sobresalir… virtudes que si bien son consideradas en todos, resultan imprescindibles en los morochos. ¿O alguna vez escuchaste decir por ejemplo: es rubio pero simpático”, o “es blanco pero inteligente”?
Claro que todo esto lo entendí mucho después. Soy clarita, de ojos verdes, de una familia honrada y trabajadora, de clase media, biznieta de inmigrantes europeos casados entre inmigrantes europeos, sin un vestigio de criollaje y fui a una escuela pública prestigiosa, no a cualquiera. Chica de barrio, eso sí, pero con otro roce, no tuve problemas de discriminación y hasta creí en esta patria abarcativa que premiaba el esfuerzo individual. Pero eso fue hace mucho.
Me casé con un negrito, indio, feo pero inteligente.
Cuando nació mi hermosa hija empecé a entender. “No salió tannnn negrita” ; “es de viva!, no sabés lo inteligente que es”. Esos comentarios de adultos acompañaron su infancia hasta que los compañeros de escuela se encargaron, con la cruel sinceridad de los chicos, de hacerle saber qué pensaban sus padres de los “negritos”, que en la vida iba a tener que demostrar que tenía habilidades sobresalientes. Epítetos como “milanesa”, “negra villera” le enseñaron a defenderse. Y no fueron suficientes la pluma y la palabra. Aprendió también a usar los puños, lo que le valió más de un apercibimiento.
Después tuvo que entender que hay trabajos para blancos exclusivamente o para negros de verdad, pero no para indios o criollos. Es hasta gracioso si no fuera tan dañino como diría Serrat. En esta sociedad pacata, rioplatense de gringos rosarinos, deberá siempre demostrar, siempre demostrar lo que otros no tienen que andar demostrando por la vida. Por ejemplo “ser educada”. Porque lo que en las chicas claritas resulta simpático, hasta gracioso, en las negritas, es símbolo de grosería.
Por suerte, además de bella, mi hija es inteligente, valiente y esforzada.
Pero está el estigma que se repite con mis nietos: “es un negrito lindo y simpático”, “es tan buenito”, “la nena parece más clarita”.Ellos también tendrán que aventurarse en el mundo, en la selva urbana en la que sólo si tienen buena ropa podrán mostrar que no son unos negros cualquiera, que pasaron la frontera de los negros pobres a los que dejaron de serlo. Ellos aprenderán dolorosamente que sólo si demuestran una inteligencia superior, si se destacan en algún arte o materia, podrán entrar en algunos sitios sin ser discretamente vigilados por algún custodia, también “negrito” que cumple con su deber de protegernos de los posibles delincuentes

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