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miércoles, 18 de noviembre de 2009

Es bueno tener amigos como Mario

Marcelo Corrales

El día 14 se publicó en el diario Sur un artículo firmado por Gabriel Bencivengo que decía más o menos así

La otra Esma, la del pueblo - El 16 de noviembre de 1972, horas antes del regreso de perón al país, un grupo de marinos se sublevó para no reprimir. Su líder, Julio César Urien, lo recuerda 32 años después.
“Faltaban pocas horas para que Juan Domingo Perón arribara al país tras 17 años de exilio. El momento político para demostrar que existían otras Fuerzas Armadas había llegado. Era la noche del 16 de noviembre de 1972 y Julio César Urien, junto a un grupo de oficiales y suboficiales jóvenes del batallón de Infantería de Marina de la Escuela de Mecánica de la Armada, decidió sublevarse. En ese momento, apenas lo intuyeron. Sin embargo, el curso de los acontecimientos demostraría que habían tomado la decisión correcta. En la vereda de enfrente quedaban los que, como Alfredo Astiz, optaron por el secuestro y la tortura.“Nos habían empezado a organizar como grupos de tareas. Debíamos esperar las órdenes y actuar de civil para secuestrar militantes en forma clandestina. Desde agosto de ese año, cuando se produjeron los fusilamientos de los presos de Trelew, se esperaba una nueva insurrección popular como el Rosariazo y no estábamos dispuestos a reprimir”, recuerda Urien.

El levantamiento terminó con 60 marinos detenidos, que luego fueron dados de baja. Muchos de ellos se incorporaron a la militancia civil. Varios fueron secuestrados, torturados y desaparecidos, como el guardiamarina Mario Galli y el cabo segundo Juan Domingo Tejerino.

Y seguía mas adelante“El debate sobre el rol de las Fuerzas Armadas había comenzado cuando estábamos en la Escuela Naval. Las posturas eran claras: reprimir al pueblo, como ocurrió en el Cordobazo, o defender la soberanía y respetar la voluntad popular.
Cuando Perón decide regresar se diluye la posibilidad de una insurrección popular. Al mismo tiempo, el ala más gorila comienza a organizar la represión que se llevaría a la práctica en su forma más acabada tras el golpe del ’76”, señala Urien.

Continua la nota diciendo:Preso luego del levantamiento en la Esma, Urien y sus compañeros recobrarían la libertad por un corto período gracias a la amnistía política sancionada durante el breve gobierno de Héctor Cámpora. Una vez libre, se sumaría a la Juventud Peronista. Sin embargo, antes del 24 de marzo del ’76, volvería a prisión hasta octubre de 1983. Otros marinos que se levantaron en armas en favor del campo popular corrieron peor suerte, como el teniente de navío Carlos Lebrón, asesinado en Tucumán meses después del golpe militar que instaló a la primera junta militar” explica Urien. Si el debate para Urien y sus compañeros de promoción había comenzado cuando todavía eran cadetes, la cuestión cambió radicalmente tras egresar como guardiamarinas. La teoría dejó paso a la realidad. Como oficiales al mando se vieron ante la perspectiva de reprimir. “Tomamos contacto con los suboficiales más jóvenes y advertimos que éramos muchos los que no estábamos dispuestos a disparar contra el pueblo. La noche del 16 de noviembre, los que ya habíamos sido detectados por la inteligencia de la Marina, decidimos jugarnos. Queríamos generar un hecho político. Éramos jóvenes y estaba en juego el honor militar”, dice Urien.
Y finaliza de la siguiente forma En noviembre de 2005, un decreto del ex presidente Néstor Kirchner reincorporó a Urien a la Armada en calidad de retirado y con el grado de teniente de fragata.

La reivindicación también alcanzó a los ex guardiamarinas Aníbal Acosta, Ricardo Luis Hirsch y Mario Actis. Una situación que llegó luego de una larga batalla administrativa y legal, que incluyó un recurso ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En diciembre de ese mismo año, Urien asumió como presidente del Astillero Río Santiago.

De ellos, Mario Actis, es una persona con la cual tengo el honor de conocer y compartir muchas noches de cine, jugosas e ilustradoras charlas y calidas cenas.

Ingeniero y escritor de lujo, pasea por las calles de Rosario con la frente alta, sabiendo que a pesar de haber compartido lugares con los peores de la historia argentina, pudo ser una persona y no un animal.

Mario Actis demuestra que todas esa paparruchadas de la obediencia debida, el “no podía hacer otra cosa”, el “¿qué querés que hiciera?” son burdas mentiras cuando uno es un ser humano con las ideas claras y otras cosas bien puestas.

Es mas, pocas veces Mario Actis habla sobre el tema, lo que lo enaltece aún mas, no es vanagloriándose de actos heroicos sino haciéndolos, que los hombres se muestran como tales.

Vaya en este homenaje a Mario, el homenaje a tantos otros verdaderos hombres que han arriesgado y dado su vida en silencio para que este país fuera un poco mas justo.

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