Hola, ¿ya llegó a su casa?... ¡No! ¿Todavía en el trabajo?... Bueno… pero por mas duro que sea o haya sido el día… es hora de sentarse en el sillón que mas le gusta… y descansar un poco…
Es hora escuchar buena música… y también de pensar un poco…
Pensar ayuda a relajarse… ¡y recordar también!…¡Déle!... sáquese los zapatos y cierre los ojos… Nosotros los ayudaremos con poesías, cuentos, aguafuerte, comentarios

jueves, 30 de octubre de 2008

La calle

Marcelo Corrales
Así que vos sos el Alemán, mi vieja me dijo que me querías conocer, cuando quieras y tengas plata.
La que gritaba era una morocha de cabellos brillantes, de ojos
negros y minifalda color rojo y zapatos de tacos negros; llevaba un top claro y dejaba ver una panza bastante prominente. No era ni vieja, ni joven, tenía la edad de las prostitutas de la calle. Caminaba con dos mas que se reían mostrando los dientes. Había muchas noches en esos cuerpos, muchos sinsabores, muchos hijos y muchos hombres. Las risas eran forzadas, se burlaban del Alemán que no contestaba
Las tres caminaban hacia la avenida, en busca de su esquina, que les daría el pan de cada día, deducido el pan de cada día para el fiolo y el pan de cada día para la policía.
Esperarían pacientemente que pase el cliente para llevarlas a la
vuelta, a la calle oscura. No habían nacido o no tenían edad para trabajar en un privado. Eran gordas, mal vestidas, cada tanto les faltan algunos dientes Y por sobre todas las cosas tenían olor a humo impregnado en sus pieles, a pesar de bañarse todos los días, el olor a humo las distinguía.
Encima los travestis también habían empezado a trabajar en la zona y las habían corrido hacia esquinas menos frecuentadas. Es sabido que por esa época los travestis estaban ganando las calles y hay muchos bisexuales los buscaban, solos o en pareja. Ellas no podían cobrar lo que cobraban los travestis y tampoco podían hacer lo que les pedían. Ellas solo podían esperar en la esquina algún camionero o automovilista de paso.
Solo servían para un rápido sexo oral en la lúgubre cortada, por cinco o diez pesos, según el cliente. No las buscaban para ir a los hoteles. A los hombres se le notaba que no querían tocarlas, les daba como repugnancia. Ellas solo se agachaban y nada más; hasta escupir el jugo de las entrañas de los usuarios, tan pobres como ellas. De vez en cuando alguno quería algo más, pero eran los menos. Lo de ella era eso o la quema, mas o menos lo mismo. Siempre alguna santurrona que pasaba por la esquina y pensaba que podían limpiar casas de familia, pero no era tan fácil, eran épocas difíciles y para limpiar casas, había que competir con chicas mas arregladas, con una dirección que no fuera la del buzón de la villa y eso no era fácil. Fácil es decirlo desde acá.
No es que en la villa no hubiera algunas mujeres que trabajaran en los privados o en bares para marineros, pero eran las menos y siempre entre las mas jóvenes entre las que menos hijos tenían. Las otras a medida que liban creciendo, iban sumándose a la esquina.
También estaban las muy jovencitas, las adolescentes, las púberes, pero a ellas las venían a buscar en auto y las llevaban, vaya a saber donde.
De todas maneras todas volvían más tarde o mas temprano a sus casas, casi ninguna se fue de la villa trabajando en la calle, todas seguían allí.
El cura había querido que hicieran otra cosa, pero en esas épocas dios se acordaba poco de las pecadoras. Algunas tenían el plan, pero no daba para mucho.
Lo de ellas era la noche, la cortada y a volver antes del amanecer para dormir como se pudiera.
Lo de ellas era cerrar los ojos y soñar con otro mundo.

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