Hola, ¿ya llegó a su casa?... ¡No! ¿Todavía en el trabajo?... Bueno… pero por mas duro que sea o haya sido el día… es hora de sentarse en el sillón que mas le gusta… y descansar un poco…
Es hora escuchar buena música… y también de pensar un poco…
Pensar ayuda a relajarse… ¡y recordar también!…¡Déle!... sáquese los zapatos y cierre los ojos… Nosotros los ayudaremos con poesías, cuentos, aguafuerte, comentarios

jueves, 30 de octubre de 2008

LA QUEMA

LA QUEMA – MARCELO CORRALES
Dio un salto y se sentó junto a su compañero. El carro empezó a moverse… sucio, maloliente… como él, como el flaco, como el Narigón… como la calle… como el caballo flaco que lo tiraba.
Lentamente y en silencio recorrieron las callejuelas de la villa, en la noche, en medio del ruido de los televisores, de las peleas, de los gritos.
Sintió miedo por primera vez en muchos años… Sus compañeros se dieron cuenta.
- No tengás miedo Alemán, que nadie te va hacer nada... todo quien sos y te respetan... si se la pusiste a ellos, cómo no se la va a poner a algún pelotudo que te joda - dijo filosofando el Narigón… Y siguió - acá se sabe todo y mucho de los que ves… alguna vez estuvieron cerca tuyo... a algunos no los recordarás… pero ellos si… otros conocen la historia... además vos tenés pinta de no ser de acá ... viste… rubiecito... te pusiste a laburár y en un día te levantaste la casa... cortaste los yuyos… y hasta te hiciste un cerco... todo saben que estas acá solo por la vida .... nada mas...nadie te va a jodér ... sino jodés... ¿viste?... Vos sos como distinto...
Pedro siguió en silencio, escuchando y pensando. Por la misma calle iban también otros carros tirados por caballos, bicicletas, carros tirados a mano… algunos solo caminaban.
A lo lejos y en medio de la penumbra se veían fogatas por aquí y por allá. Recorrieron un montón de cuadras hasta que se metieron dentro del basural.
Al llegar sintió el fétido olor… trató de aguantarlo… ni aún con los desagradables aromas de los baños de la cárcel se había sentido así… en especial los primeros días cuando lo mandaban a limpiarlos entre medio de risas de los guardicárceles y de los otros presos.
- ¡Che!, ¡sirvienta!, limpiame bien el inodoro - le gritaban al principio los otros presos y al menor intento de levantar la vista era golpeado con los bastones policiales.
Pero esto era otra cosa, otro momento, el repugnante olor a cadáveres de animales, a comida podrida, a rancios vahos de todo tipo, el estomago se le revolvió.
- ¡Vamos bajen ¡ solo hierro y metales…¿ Está claro Alemán?
- Clarísimo.
Se puso a buscar entre la basura…, sin guantes… tratando de tener cuidado, de no lastimarse. Hurgó y hurgó en los paquetes de basura, aquí y allá.
Fue poniendo, hierros, clavos, cables en un montón y cuando fueron muchos los llevó al carro. Cuando levantaba la vista veía a sus compañeros también agachados zarandeando las bolsas de basura para encontrar metales que le sirvieran.
Encontró un bidón de 10 litros sin tapa y levantándolo con una mano le gritó al narigón.
- ¿Me lo puedo llevar?... lo necesito para el rancho.
- Preguntale a Juana que está atrás tuyo… ella junta plástico.
Sin esperar el pedido, escuchó.
- Si es para tu casa, llevá lo que necesites… si es para vender no.
- Gracias… es para mi casa.
Se asombró de todas las cosas que iba encontrando, linternas rotas, patas de cama, un vaso rajado, una cucharita y muchas otras cosas que para él eran importantes.
Las que necesitaba las ponía a un costado, las otras las llevaba al montón que luego ponía en el carro.
Trabajó durante dos horas seguidas, había pasado la medianoche y el enjambre de trabajadores seguía buscando su diario sustento, hasta que el narigón lo llamó para tomar unos mates.
- Bien Alemán, así se trabaja, cuando tengamos lo suficiente nos vamos, falta poco para
hacer la diaria.
- Pero tenemos el carro a medio llenar, si le damos un par de horas mas , en una de
esas nos vamos con el carro lleno.
- ¿Para qué?... si ya tenemos lo necesario para el día
- Para tener unos mangos más.
- ¡Cómo te gusta la guita Aleman!... recién llega y ya se quiere ir. Si me disculpas te voy
a dar un consejo… no vayas tan apurado en los pensamientos… que acá son pocos los que salen… no quieren que salgamos… a ellos les queda cómodo que estemos acá.
- Tiene razón el narigón – dijo el flaco.
Callados se tomaron unos mates y volvieron al trabajo hasta que el carro tuvo una buena cantidad y el Narigón ordenó la partida.
Acomodaron las cosas en el carro, el hierro por acá, el cobre que sacaban de los cables por allá y fueron haciendo diferentes montones en el carro para poder distinguir la mercadería.
Cuando terminaron… él junto las cosas que había destinado para su casa y se subió al carro.
Se pusieron en marcha y lentamente desandaron el camino, en silencio, cansados, con las espaldas doloridas. Habían pasado cuatro horas en el basural. La mayoría se retiraba con sus carromatos, bicicletas y bultos cargados.
El cielo estrellado… pero todos iban mirando para abajo… arriba no había nada para ellos.
- Bueno llegamos, mañana cuando entregue, les digo que nos dieron – dijo el Narigón y todos se bajaron y se fueron a sus ranchos.
Dejó los objetos que trajo sobre la mesa y se tiró en el camastro, se quedó dormido en un segundo.
Estaba claro, o aguantaba eso o había que hacer algún trabajo que lo devolviera a la cárcel… la vida lo había dejado sin opciones.

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