Hola, ¿ya llegó a su casa?... ¡No! ¿Todavía en el trabajo?... Bueno… pero por mas duro que sea o haya sido el día… es hora de sentarse en el sillón que mas le gusta… y descansar un poco…
Es hora escuchar buena música… y también de pensar un poco…
Pensar ayuda a relajarse… ¡y recordar también!…¡Déle!... sáquese los zapatos y cierre los ojos… Nosotros los ayudaremos con poesías, cuentos, aguafuerte, comentarios

sábado, 1 de noviembre de 2008

La vida no es un juego

Lic. Julieta Pojomovsky. - SociólogaDirectora del CAINA (Centro de Atención Integral a la Niñez y Adolescencia) G.C.B.A
Los chicos que viven y trabajan en las calles se la pasan desafiando a la muerte a cada instante.
Desde pequeños, sobrevivir a enfermedades cuyas causas son previsibles, originadas por condiciones sociales hostiles; crecer (lo que se pueda) en ámbitos familiares donde la constante es la creciente falta de trabajo, el hacinamiento, la violencia, el maltrato, la conflictividad generalizada, constituyen verdaderos desafíos.
La escolaridad ayuda pero no es suficiente. La deserción en la escuela media de la provincia de Buenos Aires es del 43%, mientras que en la Capital esta disparidad se comprueba en términos geográficos: en Villa Lugano la deserción escolar secundaria es más del doble de la que se produce en Barrio Norte. Otro desafío.
Historias de abandonos, carencias de todo tipo, aburrimiento, familias amontonadas con hermanitos menores que cuidar, desocupación reciente o estructural, pobreza o indigencia, según los casos, empujan cada vez más a niños y niñas a "probar" eso de vivir en la calle. Otro desafío.
Al principio se mezclan las sensaciones: disfrutar de la libertad, "hago lo que quiero", "nadie me manda". Pero al poco tiempo se suceden las angustias. La vida en la calle conlleva peligros que los chicos conocen bien y a los cuales les temen inexorablemente. Por eso es que sólo algunos pocos aguantan las amenazas constantes de un medio agresivo. Simulan fortaleza detrás de una coraza inexistente y "se la creen", con ellos "nadie puede".
Cuando juegan al juego de "te doy todo por dos pesos" no simbolizan, es literalmente así: TODO, que incluye nada más y nada menos que la propia vida.
Imposibilidad de vivir sin el riesgo constante, jugar con la vida en cada momento, cabalgar siempre en el conflicto, a la muerte se la vence cotidianamente en la dramática opción "yo o el otro", el todo o nada. Por eso -entre otras cosas- viven pasionalmente la amistad, el amor, la familia que no tienen. Todo por ellos o nada con ellos.
Portadores de estructuras psíquicas sumamente frágiles no racionalizan el peligro, transgreden sin fronteras, no detectan el límite entre la vida y la muerte: es parte del propio juego y del desafío constante a sí mismos.
Estos niños que juegan al juego de la muerte nos denuncian un orden social y económico del cual ellos son las principales víctimas. Para que la Convención Internacional de los Derechos del Niño no sea una mera declaración de principios y para que los juegos de estos niños, niñas y adolescentes de la calle no sigan siendo una ruleta rusa, actuemos preventiva y mancomunadamente.

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